Zonas bajas del Rio Luru

por **Winderwing** Miér 27 Sep 2023, 02:30

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por **Eugine Alexander Ivanov** Lun 08 Abr 2024, 00:19

Eugine, se encontraba al borde del río, sus aguas fluyendo como recuerdos a través de las grietas del tiempo. El sol, un cálido orbe dorado, proyectaba sombras alargadas sobre la orilla empedrada. Era un día que se había tomado libre en la panadería, un raro respiro de amasar masa y dar forma a las hogazas.

El río guardaba secretos: susurros de conversaciones que había compartido con su difunta esposa, Isabella, cuando eran jóvenes y despreocupados. A ella le encantaba el agua, su suave murmullo calmaba su espíritu inquieto. Eugine recordaba su risa, la forma en que sumergía los dedos en la corriente fresca, trazando patrones invisibles en la superficie.

A su lado, un roble retorcido se alzaba como centinela, sus hojas amarillentas comenzando a caer. El otoño estaba en pleno apogeo, y el aire llevaba consigo el aroma a tierra húmeda y hojas secas. Eugine cerró los ojos, dejando que la brisa acariciara su rostro. A veces, en este lugar, sentía que los límites entre el mundo de los vivos y el de los muertos se desdibujaban. Podía oír las risas de sus hijas en el aire, la voz de su hermano llamándolo a compartir unas cervezas

Han pasado cinco años desde su partida, pensó Eugine. Cinco años desde que Isabella partió, llevándose consigo su risa, su ternura y sus sueños compartidos; cinco años desde que las miradas inocentes de sus niñas ya no estaban, sus manos sosteniendo las suyas, risas y juegos. La tristeza aún anidaba en su corazón, como un nudo que no se deshacía. A veces, en las noches solitarias, las llamaba en silencio, esperando que sus voces resonara en el viento. Deseando ser uno de los elegidos del bosque solo para poder verlas una vez más.

Pero también había otros pensamientos, más oscuros y conflictivos que aun se escondían detrás de las sombras de sus pensamientos, como acechándolo; le había prometido a su hijo no hacerlo nunca más, pero a veces, en la soledad de su agonía, en ese lugar solitario, esos pensamientos regresaban como una serpiente venenosa queriendo morder.

Su hijo, Lucas, crecía rápido. Tenía los mismos ojos de Isabella, la misma risa contagiosa de sus hermanas. Eugine lo veía jugar en la panadería, sus manos amasando la masa con torpeza. Solo mirarlo le daba felicidad pero también temía por él. ¿Y si algo le sucedía? ¿Y si Lucas también se iba, dejándolo solo en este mundo de recuerdos y añoranzas?

Los suegros de Eugine, eran su ancla. Los dos habían perdido a su hija, pero seguían adelante, sosteniéndose mutuamente. Eugine les agradecía en silencio por su compañía, por los tazones de sopa caliente y las historias de antaño. Pero a veces, cuando la noche caía y las estrellas titilaban en el cielo, se sentía como un barco a la deriva.

El viento susurraba entre las hojas, y Eugine se preguntó si algún día podría encontrar un nuevo amor. Alguien que comprendiera su pasado, que no lo juzgara por seguir adelante. Pero el miedo persistía, como una sombra al acecho. ¿Y si el nuevo amor también se desvanecía, dejándolo solo una vez más? pero al mismo tiempo se preguntaba si era eso lo que su esposa querria, ¿Se entristeceria si él en algun momento se enamorara de alguien?

El río seguía fluyendo, indiferente a las luchas internas de Eugine. Las hojas caían, danzando en la brisa otoñal.

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