Camino al mirador

Jang Uk, el general, recibió un papel esa mañana. Decía que posiblemente habría una criatura no autorizada en el camino hacia el mirador de Los Antiguos. A pesar de que esa zona no le pertenecía vigilar, pues era responsabilidad de Dang Gu, decidió ir de todos modos. Dang Gu estaba descompuesto, y alguien debía encargarse.
El otoño había llegado a Los Antiguos, pintando los árboles con tonos dorados y rojizos. Las hojas crujían bajo las botas de Jang Uk mientras avanzaba por el sendero arenoso. El aire fresco tenía un matiz salino, recordándole la cercanía de la playa cristalina que se extendía más allá del mirador.
La arena, suave y dorada, se filtraba entre sus dedos mientras inspeccionaba la entrada de la caverna. La humedad del lugar dejaba una sensación pegajosa en su piel, como si el mar mismo hubiera dejado su huella allí. El eco de las olas resonaba en la distancia, un recordatorio constante de la vastedad del océano.
Dentro de la caverna, la luz mágica de Jang Uk iluminó las paredes rugosas. No había rastros de la criatura, solo la quietud y el olor a tierra húmeda. ¿Quizás había sido solo una falsa alarma? Pero entonces, un susurro en el viento le hizo girar la cabeza. ¿Era el aroma de algas marinas? ¿O tal vez la fragancia de una flor desconocida?
Al salir de la caverna, Jang Uk se encontró con una joven. Su cabello enmarañado y su ropa sucia indicaban que había estado en la naturaleza durante algún tiempo. La joven luchaba con los arbustos, y cuando finalmente extrajo una bicicleta, Jang Uk no pudo evitar preguntar - ¿Estas bien? - Observó el golpe en su cabeza y la herida en su brazo, preguntándose qué historia la había llevado hasta aquí.

Jang Uk la escudriñó con una mezcla de preocupación y curiosidad. La mujer frente a él parecía ajena a las heridas que adornaban su cuerpo, heridas que sin duda eran el resultado de una caída desafortunada de su bicicleta. Con los brazos cruzados y una ceja arqueada en extrañeza, Jang Uk no pudo evitar expresar su inquietud.

- ¿No deberías revisar primero tu estado? Tienes la cabeza sangrando y la rodilla… y el codo - dijo con un tono que denotaba tanto cuidado como confusión.

La joven, sin embargo, no parecía darle importancia a sus propias heridas, lo que llevó a Jang Uk a observarla más detenidamente, pensativo. Tras un suspiro resignado, bajó los brazos y se acercó a ella, recorriendo el último tramo que los separaba sobre la arena cálida.

- Es una herida profunda la que te has hecho. ¿Segura que estás bien? - preguntó, incrédulo ante la aparente indiferencia de la joven.

Aunque seguía con la mirada fija en ella, Jang Uk sentía que cada segundo allí era tiempo valioso que se esfumaba. Sin embargo, algo dentro de él le decía que no podía dejarla sola; que si lo hacía, algo peor podría sucederle. Con un gesto protector, extendió su mano para ayudarla a ponerse de pie, dispuesto a ofrecer su apoyo a pesar de las circunstancias.